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El chico del bar I

  • Foto del escritor: LaNinfaDelAgua
    LaNinfaDelAgua
  • 13 ene
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 14 abr

Aún recuerdo el primer día que hablamos.


-Fumas? - Le pregunté mientras sujetaba un cigarrillo entre mis labios y otro con mis manos llenas de tequila rosa y ganas de él.

-Por ti lo que sea linda. -Me contestó mientras me miraba a los ojos y me daba fuego.

-Trabajas aquí, ¿verdad? Te he visto varias veces y ya no podía aguantar sin hablar contigo.


Era altísimo, latino y con una boca que había deseado desde el primer momento en que la vi. Pasamos la noche hablando aunque el estaba trabajando y no era ni mucho menos la única que le deseaba, algo nos forzaba a quedarnos cerca. Era una atracción totalmente impulsiva, una sed que ninguno podíamos controlar. Estuve a punto de hacerle pasar conmigo al baño del bar aquella misma noche para saciarnos, pero preferí continuar con aquella magia.

Coincidimos más veces y cada encuentro era como una dosis de éxtasis. No dejábamos en ningún momento de desear estar encima del otro, incluso aunque estuviéramos hablando de política o economía, se sentía una tensión que podia mascarse.

La última noche, a la que nos íbamos, deje mi ropa interior en su bolsillo al despedirme junto con mi número de teléfono.

No tardó en escribirme y en cuanto vi su mensaje supe que era él.


-Hola pequeña, no puedo quitarme de la cabeza el tenerte subida a horcajadas sobre mi para abrazarme cuando te fuiste, al ver el bolsillo, entendí porque me apretabas tanto, eres un ángel con más fuego por dentro que el infierno.

-Lo soy. ¿Dónde y cuándo nos vemos?


Quedamos esa misma tarde en un hotelito cerca de la latina. Llevaba el mismo body negro con trasparencias que el día que nos conocimos, y una falda de tablillas.

Él , me esperaba en la habitación y había colgado el tanga que dejé en su bolsillo en el pomo de la puerta. En mi mente y mi boca sentía el olor de su perfume sin haber ni siquiera abierto la puerta, y un escalofrío recorría mi columna erizando mi piel y mis pezones.

Abrió la puerta firme pero lento y me cogió de la mano para invitarme a entrar.

Tenía una botella de cava en la mesilla que prometió caer por mi cuerpo hasta mis labios para darle de beber.

Sobraban palabras y ganas. Con una mano, sostenía mi muñeca derecha y con la otra mi cuello. Me acercó al borde de la cama para que me sentase en el y comenzó a quitarme los tacones. Miraba mis pies como si fuesen una jodida obra de arte, y los empezó a lamer y acariciar mientras me miraba a los ojos con las pupilas dilatadas.


-¿Quieres que siga?









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